Siguiendo el ejemplo de dar
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. (Juan 15:13)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Mateo 5:38-42
He aquí una de las más hermosas e impactantes lecciones enseñadas por el Señor Jesús. Él, no sólo instruía a sus discípulos acerca de la importancia del dar. No solamente les predicó permanentemente sobre la riqueza que recibimos cuando damos. Él mismo fue el primer ejemplo. Jesús no solamente dio. Él se dio a sí mismo. No solo enseñó a dar, sino que estableció un parámetro muy alto para dar: la vida misma.
En una época de tanta necesidad Dios nos exhorta acerca de la necesidad de dar. Dios conoce nuestra situación y no es ajeno a la escasez que en el mundo se vive hoy. Pero también, como el autor de nuestra vida, y como nuestro Diseñador, como el Creador del mundo y de todas las leyes espirituales que rigen la vida del hombre, Dios sabe que el dar es una semilla, que una vez germinada por la fe, se convierte en fruto de bendición para quien la sembró.
Dios quiere que seamos como Él: «Sed perfectos como yo soy perfecto» «Sed justos, como yo soy justo». Nuestro Padre quiere que le imitemos en todo, y una de sus características más importantes es ante todo, que es un Dios Dador. Él nos dio su aliento de vida, su imagen y semejanza, su bendición, su amor, su perdón, su misericordia, su Hijo, su Espíritu, su herencia, sus riquezas, su vida misma. Él mismo dice: “Si no nos escatimó ni a su propio hijo, ¿cómo no nos dará también todas las cosas?”.
Es el momento de creer a Dios, de tener fe en sus Palabras, de creer que si Él ha establecido el dar, como mecanismo para bendecirnos y prosperarnos, es verdad y Él lo hará. Empecemos a dar. Busquemos llenar la necesidad de otro para que Él llene la nuestra. Procuremos no sólo dar sino darnos. Comience a dar su cariño, su tiempo, su interés genuino, su preocupación, su talento, sus recursos, todo aquello de lo que ha sido dotado y que ha recibido en abundancia y gratuitamente.
Recuerde que el que da recibe y el que siembra cosecha, y esto es una ley espiritual que indefectiblemente se cumple.
HABLEMOS CON DIOS
“Señor quiero pedirte que quites de mi vida todo egoísmo que me ha hecho infeliz hasta hoy. Enséñame a dar con alegría, abundantemente y sin interés. Quiero disfrutar de todas las bendiciones que provienen de tu mano, pero quiero compartirlas con otros, Amén”.
PASAJE COMPLEMENTARIO: Mateo 5:38-42
He aquí una de las más hermosas e impactantes lecciones enseñadas por el Señor Jesús. Él, no sólo instruía a sus discípulos acerca de la importancia del dar. No solamente les predicó permanentemente sobre la riqueza que recibimos cuando damos. Él mismo fue el primer ejemplo. Jesús no solamente dio. Él se dio a sí mismo. No solo enseñó a dar, sino que estableció un parámetro muy alto para dar: la vida misma.
En una época de tanta necesidad Dios nos exhorta acerca de la necesidad de dar. Dios conoce nuestra situación y no es ajeno a la escasez que en el mundo se vive hoy. Pero también, como el autor de nuestra vida, y como nuestro Diseñador, como el Creador del mundo y de todas las leyes espirituales que rigen la vida del hombre, Dios sabe que el dar es una semilla, que una vez germinada por la fe, se convierte en fruto de bendición para quien la sembró.
Dios quiere que seamos como Él: «Sed perfectos como yo soy perfecto» «Sed justos, como yo soy justo». Nuestro Padre quiere que le imitemos en todo, y una de sus características más importantes es ante todo, que es un Dios Dador. Él nos dio su aliento de vida, su imagen y semejanza, su bendición, su amor, su perdón, su misericordia, su Hijo, su Espíritu, su herencia, sus riquezas, su vida misma. Él mismo dice: “Si no nos escatimó ni a su propio hijo, ¿cómo no nos dará también todas las cosas?”.
Es el momento de creer a Dios, de tener fe en sus Palabras, de creer que si Él ha establecido el dar, como mecanismo para bendecirnos y prosperarnos, es verdad y Él lo hará. Empecemos a dar. Busquemos llenar la necesidad de otro para que Él llene la nuestra. Procuremos no sólo dar sino darnos. Comience a dar su cariño, su tiempo, su interés genuino, su preocupación, su talento, sus recursos, todo aquello de lo que ha sido dotado y que ha recibido en abundancia y gratuitamente.
Recuerde que el que da recibe y el que siembra cosecha, y esto es una ley espiritual que indefectiblemente se cumple.
HABLEMOS CON DIOS
“Señor quiero pedirte que quites de mi vida todo egoísmo que me ha hecho infeliz hasta hoy. Enséñame a dar con alegría, abundantemente y sin interés. Quiero disfrutar de todas las bendiciones que provienen de tu mano, pero quiero compartirlas con otros, Amén”.